Conocemos a este cereal de semillas alimenticias como Amaranto o kiwicha, aunque los científicos prefieran llamarla Amaranthus Caudatus. Su origen no dista en espacio, pero sí se extravía en el tiempo. Oriunda del Perú, se ha cultivado desde tiempos inmemoriales en nuestro país, siendo hallada en tumbas andinas con más de 4,000 años de antigüedad.
El Amaranto y sus más de 1200 variedades tuvieron un protagonismo fundamental en el Imperio Inca, al ser el alimento que se consumía por excelencia. Sin embargo, la época posterior a la llegada de los españoles, su presencia es casi nula, no por inexistente, sino porque se consumía a escondidas, oculta tras el velo del temor y el reproche de quienes disfrutaban de sus encantos.Se sabe que los Incas la utilizaban en sus ceremonias religiosas, por considerarla una bendición de la madre tierra, debido a sus propiedades medicinales y nutritivas. Al llegar los españoles y percatarse que los Incas rendían devoción al amaranto, asumieron este hecho como un sacrilegio, un acto pagano que debía ser sancionado: prohibieron su cultivo y su consumo. Lo mismo sucedió en México, donde, según cuentan las crónicas, los antiguos mexicanos elaboraban panes con formas de pequeños animales con los que adoraban a los dioses de la tierra, el fuego y la lluvia. Los españoles emplearon el mismo sistema, represión total a la siembra y consumo de amaranto. Quizás sea esta la razón del por qué este alimento nos fue tan ajeno en los tiempos de presencia extranjera.
Pero su importancia también destaca en la época moderna.
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